En la árida provincia de Ömnögovi, al sur de Mongolia, se encuentra uno de los vestigios menos conocidos —y más reveladores— de las antiguas infraestructuras fronterizas asiáticas: la Muralla del Gobi. Un tramo de poco más de 320 kilómetros de largo que atraviesa el desierto de Gobi y que forma parte de un sistema mayor de muros y fortificaciones medievales que se extiende entre China y Mongolia.
Orígenes milenarios
Los arqueólogos identifican que la fase principal de construcción de esta estructura corresponde al período de la dinastía Xi Xia (1038 – 1227 d.C.). Este imperio, gobernado por el pueblo tungu-tangut, erigió este y otros muros divisorios para defender su dominio en una región de transición entre lo sedentario y lo nómada, entre la meseta china y las estepas de Mongolia.
La construcción empleó materiales adaptados al entorno hostil: tierra apisonada (tapial), refuerzos de piedra y madera, y situó las guarniciones cerca de recursos vitales como agua y árboles. Esto demuestra que los trazados no obedecían solo a criterios de defensa inmediata, sino también a la logística y al control territorial a largo plazo.

Función más allá de la defensa
A diferencia de la idea tradicional de murallas construidas simplemente para frenar invasiones, el nuevo estudio destaca que la Muralla del Gobi fue diseñada para regular el tránsito de personas, ganado y mercancías, así como para demarcar espacios de influencia imperial y estructurar asentamientos en una frontera dinámica.
Las excavaciones en guarniciones asociadas han encontrado artefactos arqueológicos —cerámica, monedas, huesos de animales— que muestran ocupaciones que se extendieron en el tiempo, al menos desde el siglo II a.C. hasta el siglo XIX d.C., aunque la fase de mayor auge se sitúa entre los siglos XI y XIII. Este tipo de evidencias sugiere que la muralla formaba parte de un entramado de control, intercambio y asentamiento que trasciende la mera defensa militar.
Importancia histórica y arqueológica
La relevancia de este descubrimiento radica en que permite entender la función de la frontera en Asia Interior: no solo como línea de combate, sino como espacio de conexión y administración. El director del estudio, Gideon Shelach‑Lavi, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, afirma que “la Muralla del Gobi no era simplemente una barrera —era un mecanismo dinámico para gobernar el movimiento, el comercio y el control territorial”.
En un contexto más amplio, este muro forma parte del llamado Sistema de Murallas Medievales (Medieval Wall System) de Asia del Norte, que abarca unos 4.000 km en total entre Mongolia, China y Rusia.
La enseñanza que deja la historia
Este hallazgo abre nuevas perspectivas sobre cómo los estados medievales en regiones de frontera gestionaban la movilidad, el comercio y los recursos naturales en ambientes extremos. Además, invita a reconsiderar infraestructuras, que en principio habían sido catalogadas dentro de los “recursos militares”, como parte de redes más complejas de interacción entre sociedades, sus economías y geografías.
Con información e imágenes de:
MDPI
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