Cuando el arte es violentado: grandes robos que marcaron la historia del patrimonio cultural

Cuando el arte es violentado: grandes robos que marcaron la historia del patrimonio cultural

Desde la desaparición de la Mona Lisa, hace más de un siglo, hasta el reciente atraco en el Musée du Louvre, la historia del arte ha sido testigo de audaces robos, expolios y misteriosas desapariciones. Este artículo presenta varios de los casos más emblemáticos del siglo XX y lo que implican para la protección del patrimonio.


 

En agosto de 1911, un trabajador llamado Vincenzo Peruggia perpetró el robo de una obra de arte más resonante de la historia: el célebre retrato de la Mona Lisa desapareció del museo del Louvre, y no se recuperó sino hasta más de dos años después, cuando el propio Peruggia finalmente intentó venderla en Italia. Este hecho no solo convirtió a la Gioconda en icono mundial del arte pictórico, sino que expuso con crudeza los vacíos de seguridad en una institución tan concurrida como el principal museo de Francia.

Ya hacia finales del siglo, la madrugada del 18 de marzo de 1990, el Isabella Stewart Gardner Museum de Boston sufrió el robo más cuantioso de arte en Estados Unidos: 13 obras valoradas en cientos de millones de dólares, entre ellas un The Storm on the Sea of Galilee, de Rembrandt. Hasta la fecha, muchas de esas piezas siguen desaparecidas, lo que evidencia que el daño va más allá de lo económico: es la pérdida de parte del legado cultural colectivo.

 

Mona-Lisa-recuperada
 

Algunos años después, otro ejemplo emblemático fue la sustracción de obras del artista Edvard Munch. Su célebre The Scream (El Grito) fue robada en 1994 de la Galería Nacional de Oslo, en un golpe que duró menos de un minuto y en el que los autores dejaron una nota sarcástica: “Gracias por las pobres medidas de seguridad”. Diez años más tarde, en 2004, otra versión de la obra junto a “Madonna” de Munch fue robada en el Museo Munch. Y aunque ambas piezas fueron recuperadas en 2006, lamentablemente ya habían sufrido daños irreparables. 

Aún en el ámbito europeo, los hurtos siguieron. Por ejemplo, en 2008, de la colección E.G. Buhrle de Zúrich fueron sustraídas obras de Paul Cézanne, Vincent van Gogh, Claude Monet y Edgar Degas, de un valor estimado en más de 150 millones de dólares. 

El hecho que da pie a este artículo —el robo al Louvre en 2025, donde fueron robadas varias piezas de joyería de la corona francesa— vuelve a poner el foco en las vulnerabilidades de los museos, incluso cuando se trata de grandes instituciones internacionales. 

 

Robo-Louvre
 

Reflexiones

Estos incidentes revelan varias realidades incómodas: los museos, aun los más prestigiosos, no están inmunes; los objetos de arte pueden convertirse en blanco de crimen organizado; y, en muchos casos, la pieza desaparecida jamás vuelve a recuperarse. Además, el robo o desaparición no solo priva al público de acceder a esa obra: rompe el hilo histórico, altera la narrativa del museo, y genera una herida en el patrimonio cultural para generaciones. Cada nueva noticia de robo sirve como recordatorio de que la protección del patrimonio no es solo una cuestión de museos, sino de responsabilidad colectiva.

En ese sentido, el paso del tiempo es enemigo de la recuperación: obras robadas hace décadas tienen menos probabilidades de aparecer intactas, y muchas han sido destruidas, disimuladas o fundidas. Los robos además obligan a museos en todo el mundo a replantear seguridad, inventarios digitales, seguros, protocolos de contingencia y —muy importante— la valoración no solo monetaria sino simbólica del objeto.

En resumen: detrás de cada obra sustraída hay un doble daño: el tangible (la pérdida, el valor monetario) y el intangible: la interrupción de la memoria cultural.

 

 

Con información e imágenes de:

  Euronews

CNBC

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